Llamó tu atención desde que atravesó aquella puerta. Va vestida de negro, con una mirada sutil, con una mirada escondida. Te sorprende su pálida belleza, te estremeces al oír su susurrante voz. La miras y en sus ojos verdes encuentras el refugio que nadie nunca te dió. Camina con única fragilidad, con calmada euforia, observa a su contexto de a ratos y en nada detiene su mirada. En nada, excepto en vos. Sin apuro y sin retraso se va acercando hacia ti; sin miedo, con confianza y tristeza -vos todavía no lo entendes- Piensas que es la mujer de tus sueños, un ángel que del mismo cielo cayó, ya imaginas pasar el resto de tu vida junto a ella, ella que se acerca y que a ti solo te presta atención. Posee una magnifica figura, y un rostro que te eriza la piel, sentís que es algo más que una escultura, una prosa amatoria y la sinceridad del pincel. Entre sus manos, sus delicadas y blancas manos, hay un ramo de flores que no percibiste anteriormente -Tus flores favoritas- desde allí recostado sentís el volátil aroma, pero no podes moverte para oler –y aún te preguntas por qué- cada vez esta mas cerca de ti. Frente tuyo se detiene y comienza a sonreír. El lugar se queda en neto silencio, seguís inmóvil, cuan objeto inerte que yace ya sin vida, el aire se pone cada vez más denso… Con sutileza de mujer desliza las manos por sus piernas, agachada llora a tus pies –seguís sin entender por qué- le preguntas que sucede y no responde, no responde porque no realmente no te oye. Aquella dama de negro y ojos verdes llora y grita descontrolada. Giras tu cabeza alocada y en el epitafio esta inscripto tu nombre, no comprendes aún qué es lo que pasa. Estando ya calmada sostiene el ramo de fresias, las pone sobre tu tumba con una triste y desmaquillada mirada… -¿pues, ahora comprendes el desenlace del drama?- La tumba será la cama donde yacerás eternamente y aquella dama vendrá a recostarse contigo regularmente…
